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Francy Hidrobo, un gigante forjado entre leyendas

El capataz de Rodrigo Silva en Viña del Mar ganó su merecido espacio en la hípica nacional tras hacer escuela con leyendas de la actividad como: Ana María Santos, Alfredo y Carlos Bagú y Ernesto Guajardo.

Pocas personas pueden decir con absoluta propiedad que la hípica es lo más importante en su vida. Una actividad que corre por sus venas desde su infancia hasta, probablemente, el día de su muerte. Así podría ser descrito fácilmente José Francisco Hidrobo Fuentes, más conocido como “Francy”, un tipo de 48 años, que a lo lejos se ve como un sujeto rudo y de pocos amigos, pero que conociéndolo puede convertirse en una de las personas más leales y honestas del mundo.


Este amante empedernido de los Guns N' Roses, soñó y luchó con ser jinete profesional, pero un accidente le terminó apagando el sueño de su vida. Pese a los golpes que recibió a lo largo de los años, supo levantarse, reinventarse y consagrarse como uno de los mejores cuidadores y capataces que tiene el Valparaíso Sporting en la actualidad. Esta es su merecida historia.

Retrocedamos en el tiempo. ¿Cómo parte esta aventura en la hípica?


- Toda mi familia es hípica, mi abuelo, papá, tíos, hasta tengo primos jinetes, así que todo relacionado con la hípica. Nací en esto, en la “pata de los caballos”. Estuve en Viña, después emigré a Santiago porque no estaba buena la situación acá. Puedo decir que me inicié en Santiago con Carlos Bagú; después quise ser jinete, me fui para Concepción y también anduve en Antofagasta, ahí pude correr un rato. Y de ahí vine a parar donde la “Anita Maria” (Santos), donde aprendí bastante y terminé con el mejor po’, don Alfredo Bagú.


Fuiste jinete, ¿cómo nace esa oportunidad? Cuéntanos un poco más sobre esa aventura.


- Toda la gente que llega a la hípica o que está acá sueña con ser jinete algún día. Lamentablemente, yo tengo muchos problemas con mis piernas, me cuesta doblarlas, es una complicación que he tenido desde chico. Pese a eso me saqué las ganas e igual fui a correr a Antofagasta. Habré tenido unos 17 o 18 años más o menos e igual gané algunas carreritas.


Eso sí, antes de eso fui a Concepción, pero no pude correr porque estaban los mejores, como Gonzalo Ulloa. Me costó mucho allá, porque aparte del problema de las piernas que te mencione estaba el tema de estar solo. Siendo un jovencito cuesta bastante hacerse un espacio.


¿Se puede desarrollar un camino profesional en la hípica?


- Mmm, aquí todos aspiran a ser jinete o preparador. Obviamente uno empieza como cuidador o capataz y va tratando de ir escalando pero creo que profesionalmente no creo que se pueda desarrollar un camino, pero para estar cómodo te sirve. Creo que trabajar en un corral donde las cosas vayan y se hagan bien te podría ayudar a ir logrando más metas personales.


¿Por qué has decidido seguir en este mundo?


- Porque me encanta. Yo no trabajaría en ninguna cosa más que no sea la hípica. Es lo que sé, donde estoy realmente capacitado y estar trabajando por fuera en otra cosa me costaría mucho.


¿Has pensado en alguna ocasión dejar esto porque no se te han dado las cosas?


- No. He tenido muchos bajones, bastantes. He estado muy arriba y también abajo, pero los caballos son mi pasión. No los dejaría por nada.


¿Nunca te llamó la atención hacer otra actividad en la vida?


- El fútbol. Fui bueno para la pelota cuando era cabro pero no me dio para ser profesional.


Santiago


Me contaron que trabajaste con Carlos Bagú. ¿Cómo fue esa experiencia?


- Bonita, porque de ahí empezó mi pasión por esto. Ahí aprendí de todo. Mi papá era capataz de ese corral, pero duré poco trabajando ahí. A veces es complicado trabajar con la familia porque se presta para puros rumores en la hípica. Algunos pensaban que si yo sacaba un caballo bueno era porque mi papá era el capataz o cosas así. No se valoraba el trabajo que uno hacía todos los días con el caballo.

¿Qué carreras o premios ganados recuerdas con un cariño especial?


- El último año que estuve con don Carlos ganamos 11 carreras. La primera vez que traje a una yegua a correr en Viña fue para la Copa Jackson, a Rapaluz. Ella llegó quinta y no se pudo clasificar a El Derby. Tras eso me mandó a donde Don Alfredo, el hermano.


¿Cómo fue esa época con Alfredo Bagú?


- Fue genial. Ahí aprendí todo lo que sé ahora. Todo se lo debo al maestro. Comencé con Anita María, quien fue la forjadora de mis sueños, después me pegué el salto grande donde Carlos Bagú y con Alfredo fue una emoción muy grande. Cuando él me mandó a llamar yo no me sentía capacitado para trabajar ahí en su corral. Uno de afuera lo miraba y lo encontraba muy grande, que no cualquiera trabajaba ahí. Era todo espectacular, los caballos con todas sus vendas, bien cuidados y como el hombre aprendió todo en Estados Unidos siempre fue muy correcto para trabajar, muy buena persona y mucho mejor como patrón.


¿Trabajaste con Ana María Santos? ¿Guardas algún recuerdo con ella?


- Yo venía llegando de Concepción y el capataz de ella por ese entonces me ofreció trabajar ahí. Me dijo: “oye cabro, aquí hay peguita por si quieres”. Igual yo miré y no me convenció a primera vista, no sé si era algo que yo quería en ese momento. De todas maneras, fui y entré a trabajar con ella y fue una cosa impresionante. Ganamos varias carreras, recuerdo caballitos del Stud La Rosa, como Nueva Sideria, Parchado, Respeto, entre muchos más.


¿Qué recuerdos tienes de Ana María Santos a pocos meses de su partida?


- Me da pena, porque igual yo pensaba en volver a verla con vida. Un día, Rodrigo me dijo: “Voy con mi mami al corral en Viña”, pero yo estaba lesionado, me había fracturado la pierna y estaba en la casa y no podía bajar. Era mi oportunidad para verla por última vez viva pero no se pudo. Creo que ese es el dolor más grande que tengo con ella y su memoria.


Valparaíso Sporting


¿Cómo se gestiona tu llegada a Viña?


- Llegué hace como 9 o 10 años. Me vine porque don Alfredo entregó todo en Santiago. Nos finiquitó a todos. Aparte, yo venía con el tema de la separación de mi mujer, la mamá de mis hijas. Don Alfredo me dijo que se vendría a Viña y yo le respondí: “Ya, me voy con usted también”. Llegamos juntos al corral 20, con unos 15 caballos de Santiago. Acá nos fue excelente. No quiero sonar de agrandado pero en el corral que he estado me ha ido bien. En el “20” cuide a Besa Cat, con él ganamos clásicos en Santiago y también fue el primer Valparaíso Sporting que me gané. Lo que corrió en Viña ganó ese caballo. Después de un tiempo don Alfredo se aburrió y ya no quiso seguir preparando, así que de ahí salté al Stud Leontina.

¿Trabajaste con Ernesto Guajardo? ¿Qué experiencias sacas de ese paso por ahí?


- Fue excelente. El hombre fue una muy buena persona. En ese tiempo ganábamos todo. Habíamos cuidadores que en el año ganábamos 25 a 30 carreras, era increíble. Los tres años que trabajé con él fueron buenos, después fue bajando su rendimiento. En ese corral me gané por segunda vez el Valparaíso Sporting con Relámpago Gigante, caballito que hasta hoy sigue corriendo.


¿Por qué le diste la confianza a Rodrigo Silva si estabas en un corral de renombre?


- La llegada al corral de Rodrigo Silva es algo que se gestionó mucho tiempo atrás. Un día, él me llamó, había conseguido el número con mi hija mayor, andaba buscando un capataz en el corral de Santiago. Le dije que no, que a esa ciudad no volvía, pero que si alguna vez se le ocurría traer caballos a Viña, yo me iba con él sin dudarlo. Me saldría de donde estuviera trabajando. Pasó el tiempo y un 1° de noviembre del 2020 me llama y me dice que vendría con tres caballos a verme. Al otro día vino y así empezamos la locura con él y el Santa Corina


¿Te ha gustado trabajar con él? ¿Qué lo hace diferente a los demás?


- De partida es más joven, más cabro. Es más fácil que uno pueda darle una opinión. Es bien receptivo, no es llevado a su idea.


Hablemos de tu hija adoptiva. ¿Qué opinión tienes de tu cuidadora: Linda?


- Es mucho para mí. Es como una hija de corazón que tengo. Ella ha aprendido bastante junto a mí, estoy muy orgulloso de todo lo que ha crecido aquí. Es mi mano derecha acá, confió ciegamente en lo que ella hace y lo que yo le encargó. Sé que puedo dejarla sola a cargo del corral. Cuando estuve tres meses accidentado ella manejó sola todo esto. Ese proceso que vivió fue un cambio de niña a mujer, o un paso de aprendiz a profesional. Ella hizo un salto muy grande en la hípica. Es muy difícil hacerse cargo de un corral sola, sin ayuda de nadie, fue un cambio enorme. Por eso, para mí ella lo es todo.

¿Crees que es tu sucesora natural cuando decidas dar un paso al costado?


- Sí, porque ella ama esto. Tiene la pasión necesaria para seguir adelante.


Sigamos en el mismo tema, eres la única persona que creyó en ella cuando nadie la quería recibir. ¿Por qué le diste esa confianza a una menor de edad en ese tiempo?

- Le vi muchas ganas e intenciones de querer unirse a esta actividad. Yo antes había fracasado con mucha gente, en el sentido que yo les enseñé todo y después me dieron vuelta la espalda o me jugaron chueco. Así que dije, es la última vez que confiaré en alguien. Pensaba que siendo mujer sería alguien más “derecha” para sus cosas y así lo ha sido hasta hoy. No me arrepiento de haberle dado la confianza para que crezca acá.

¿Estás orgulloso de ella?


- Sí, mucho. Demasiado orgulloso del camino que ha construido acá.

Bajo esa misma premisa, ¿Qué opinas que hayan tan pocas mujeres en esta actividad?


- Creo que el machismo en cierta parte se ha ido dejando de lado acá, porque ya hay igualdad de condición para todos y todas acá. He visto a mujeres siendo capataz de algunos corrales aquí. Pero creo que para tener más mujeres hay que atreverse un poco más. Si quieren y aman esto deben intentarlo. Cuando llegó Linda, había varias niñas que andaban en lo mismo. Yo le dije a ella: de todas las que están ninguna va a quedarse acá. Y así fue.


Post Hípica


¿Hasta qué edad piensas seguir trabajando en esta actividad?


- Hasta que el cuerpo me dé. Lo bueno es que aquí uno se mantiene bien porque siempre está en forma: galopando, caminando, descargando o limpiando. Aparte, ya formó parte de este mundo. Si me voy ahora, ¿Dónde me van a contratar con 40 o 50 años de edad?


¿Sientes que los capataces o cuidadores merecen más reconocimiento por parte de los hipódromos?


- Sí, porque aún seguimos separados por el Lado A y B de los Hipódromos. Cuando se gana un clásico importante solo se premia al propietario, jinete y preparador. El cuidador y capataz son tratados como una persona más, no se valora el trabajo que se hace en corrales, ya que ellos son los que más están con el caballo día a día.


¿Qué mejorarías dentro de tus actividades laborales?


- Más seguridad para uno, porque a veces es poquita la seguridad que se tiene. El sueldo se podría hablar, pero cada uno tiene un pago distinto según el corral y labores que esté realizando.


¿Tu familia te ha apoyado en todo momento?


- Siempre.


¿Crees que se paga un costo familiar muy grande al estar en este mundo?


- Sí, porque en este mundo no hay día feriado. No existe la Navidad, Año Nuevo u las Fiestas Patrias. Todos los días hay que estar con los animales, es algo muy sacrificado.


Hablemos de Hípica


¿Quién es el mejor jinete que has visto correr? ¿Cuál es el mejor en la actualidad?


- Luis Torres. Y de los cabros, Héctor I. Berríos en su tiempo, ahora la rompe en Estados Unidos. Ahora me gusta mucho como corre Nicolás Ramírez. Me gusta mucho el estilo de Miguel Gutiérrez, un gran amigo mío.


¿Cuál ha sido el recuerdo más triste que tienes en la hípica?


- Santiago. Una vez tuve una rodada muy fuerte y fea. Estuve mucho tiempo complicado. Me dijeron que no podría volver a caminar pero aquí estoy. Es un milagro que esté caminando actualmente. Es algo que me marcó mucho. Rodé cuando estaba en la primera Escuela de Jinetes, con David Sánchez, Patricio Zúñiga, Julio Araya, fue la primera generación. Recuerdo que rodé el día que fuimos al partidor, se me dio vuelta la silla y me pasaron varios caballos por encima. Me quebré la mandíbula, la rodilla, la pierna; la tercera vértebra me la fracturé. Yo no sé como estoy de pie. En el hospital estuve tres meses, de ahí salí y como era cabro a los meses ya estaba montando otra vez, con las mismas ganas de ser jinete pero ya era complicado por el tema de la pierna, perdí la fuerza, no era lo mismo. Fue un momento bien doloroso.


¿Cuál es el más alegre?


- Los clásicos ganados, sin duda alguna. Gané con Isola Piu Bella el St. Leger 2003. Me ganó cuatro Grupo I. No puedo olvidar a Cefalú, me ganó El Derby 2005 siendo capataz con Manuel Martínez. Los premios más chicos pero de grupo, como el Valparaíso Sporting. Pero creo que los recuerdos que más tengo marcados son la yegua Isola Piu Bella del Haras Sumaya. Y de los otros caballos que he cuidado, tengo experiencias muy bonitas con Relámpago Gigante, la historia con él es muy linda. Su dueño lo había desahuciado porque tenía problemas en el partidor. Yo le dije al patrón: entreguele una oportunidad más y desde ahí el caballo se largó a correr y ganar como loco. Y actualmente tengo a Don Picho, que me ha llenado de alegrías este año.

¿Cómo fue ganar El Derby 2005?


- Es algo impagable. Corríamos tantos caballos ese día, todos con opción, pero ninguno estaba llegando primero a la meta. Recuerdo que teníamos una carpita al frente del corral, donde tenía a mi familia. Ese día me puse a llorar antes del clásico, porque no habíamos ganado ninguna carrera. Todos me decían: “qué te preocupaí si te vas a ganar El Derby”. En un momento me llama Alfredo Bagú al corral y me dice: “Capataz, venga pa’ acá, quiero que hablemos los dos con el jinete (Manuel Martínez). Lo que haya pasado antes da lo mismo, porque vamos a ganar este clásico”. El preparador me pidió que le diera las instrucciones a Manuel para que corriera a Cefalú, porque yo conocía más al caballo. Cuando veo que el jinete cumplió todas las instrucciones y en los 400 metros finales pasó y aumentó distancia me volví loco. Fue un día bonito e inolvidable

¿Te consideras una buena persona?


- Por lo que me han dicho, sí. Nunca he actuado mal. Siempre voy de frente y creo no haberme portado mal con nadie. Varias personas me respetan acá y eso es importante en esta actividad.


¿Cuál es tu mayor virtud y peor defecto?


- Soy muy bondadoso y mi peor defecto es ser muy enojon. Soy “malas pulgas” en la parte personal y profesional. Cuando me enojo me tienen que aguantar (ríe).


¿A qué personas recuerdas con afecto?


- En primer lugar a mi patrona, la Anita María Santos, aprendí mucho de ella. También está mi papá, quien fue pilar fundamental en esto; él me enseñó todo. Todo lo aprendí de él, luego me fui puliendo no más. Él me dijo una vez: “Hijo, usted superó al maestro, porque yo no llegué a correr un Grupo I, usted ganó varios. Con lo que yo le enseñe usted lo puso en práctica”.


Año mágico


¿Eres feliz con los caballos que te ha entregado el Stud Santa Corina en Viña?


- Sí. Nada que decir. Estoy contento, fue un año inesperado para nosotros. Ganamos harto, igual con bajones incluidos, pero esto es así, los caballos tienen que acomodarse. Aún así, fue impensado tener tantas victorias. Nos mandamos buenas tripletas y logramos un par de clásicos con Don Picho.


¿Qué ha significado Don Picho para ti?


- Todo. Este caballo es muy especial. Jamás pensé que sería de esta forma, tan noble. Después de ser castrado este caballo creció mucho. Si sus dueños hubiesen entendido antes lo que les dije, que era castrarlo apenas saliera de perdedor, estoy seguro que llegaba a correr El Derby con su generación. Hubiese sido un caballazo en Viña del Mar. Igual el tiempo le dio la razón a Don Picho, demostró que era un buen ejemplar.


Retrocedamos a cuando ganaron el clásico Valparaíso Sporting. Te vi muy emocionado, ¿significó algo especial que fuera un triunfo con él?


- Sí, mucho. Fue una locura y un salto mío. Yo le dije al preparador: “Démosle no más. Me he ganado dos veces este clásico, una tercera no me va a costar”. Como dicen: “de locos a veces se escriben historias”, hicimos una locura y resultó. Yo al caballo lo vi demasiado bueno en la semana; lo galopé a distancia un día después de correr un clásico de 1.100 metros en el Sporting y respondió de muy buena forma. Al final en la cancha demostró todo, me emocionó mucho. Pensé que ganaría, pero no en esas condiciones, tan fácil. Además, el “Monito” (Wladimir Quinteros) me llamó esa mañana para preguntarme cómo debía correrlo. Yo le dije que no podía venir más atrás de los cinco primeros, y en los 400 finales que buscará y pasará con fuerza.


Está finalizando el año, ¿qué balance o conclusiones sacas de esta temporada con tu equipo de trabajo?


- Muy positivo. Hay un muy buen grupo de trabajo. Partiendo con la Linda, que es muy buena para la pega. Silvio también trabaja bien. Yo creo que el balance es super bueno. Esperemos que siga mejorando para el 2023.

¿Cuáles son las metas para el próximo año?


- Sacar a un potrillo bueno y llegar a correr El Derby o algún clásico de la generación. Aquí siempre hemos tenido caballitos de edad, así que ahora tenemos muchos sueños y esperanzas con los jóvenes. Y ojalá superar lo ganado en 2022.


Te gustaría hablar de algo que quieras soltar y no te hayamos preguntado, este momento es tuyo.


- Primero agradecer al “R”, a Rodrigo Silva, quien me dio la oportunidad de estar trabajando junto a él. Siempre me ha dado la confianza de tomar las decisiones importantes en Viña. Y bueno, agradecer a todos los que me apoyan en las buenas y malas. Y nunca olviden que aquí siempre vamos a estar corriendo para ganar.-



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