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Nelson “Lukas” Espina: El "Ingeniero Hípico" del Sporting

"Como no he ganado nada me lo quiero ganar todo", nos relató el joven preparador antofagastino que se ha hecho un nombre en la hípica viñamarina.

Enero es un mes de nostalgia para la gente amante de la hípica en el norte del país, ya que se cumple un nuevo aniversario del triste cierre del Club Hípico de Antofagasta tras 104 años de funcionamiento. El lugar, que fue parte de la entretención nortina en el sector de “La Chimba”, dejó un espacio que no ha podido ser llenado hasta la actualidad.


Desde la multifuncionalidad de Emilio Yoma en las jornadas de carreras hasta las entretenidas competencias que daban ejemplares como “Pleito” o “Royal Tiger”. Todo eso forma parte de la memoria e historia que fue robada y destruida por parte de unos directivos que nunca amaron la actividad y la dejaron morir de la forma más injusta posible.

Emilio Yoma
Emilio Yoma

Sin embargo y dentro de todo lo malo que dejó el cierre del CHA, los fanáticos de la hípica en la zona central tuvimos el privilegio de “recibir” a varias familias desde el norte del país, quienes trajeron su talento para aportar y crecer tras ser despojados de los lugares donde se hicieron un nombre y se ganaron el respeto de sus pares.

Así comienza la historia de nuestro entrevistado, Nelson Alonso Espina Lazo, un Ingeniero Mecánico que dejó las faenas en las mineras del norte del país para dejarlo todo por los caballos de carreras. “Lukas”, como es conocido en todos lados, es el claro ejemplo de que la sangre por esta actividad tira demasiado fuerte…


“Lukas”, ¿Cómo iniciaste tu camino en el mundo de la hípica?


- Mi papá fue jinete toda su vida, desde los 12 años que está metido en la hípica, corrió en casi todo Sudamérica. Mi hermano mayor también fue jinete, de los mejores que han salido de Antofagasta. No tuvo las mismas oportunidades que Kevin, pero era de los buenos. Y yo desde siempre ayudándole a mi viejo. Me salía de las pegas porque lo veía muy preocupado, que no se la podía con los caballos. Por eso yo tenía que pedir permiso en las pegas y como no me lo daban, renunciaba, pero nunca le dije que no a mi viejo.


¿Y por qué no seguiste con lo que estudiaste o seguiste ejerciendo tu profesión?


Por lo mismo, yo estaba trabajando en SQM Salar cuando se cortó todo el tema de la hípica. Yo trabajaba en minería y nadie supo o a nadie le dijeron que se cerraba el hipódromo, había rumores, pero desde hace 20 años, nunca le hicimos caso, nadie le daba importancia. Y resulta que falleció la persona que mantenía el hipódromo, solo lo mantenía porque hay que ser bien sincero el hipódromo era el más rasca y torrante que hay en Chile; ordinario, pero tenía su entretención porque la ciudad es muy aburrida.

En Antofagasta hay harto fútbol, pero a mi me gustan los caballos, yo me entretenía con ellos. Ayudaba a mi viejo los días de carrera porque él es de muchos amigos, pero ninguno lo ayudaba con la hípica, solo les gustaba ver carreras o hacer asados, pero no ayudaban mucho.


¿Y cómo era un día en el Club Hípico de Antofagasta?


- Cuando tuvimos bastantes caballos, yo me volvía loco porque era como el “circo de chamorro”, había que mandar a los caballos para abajo, acá en Viña le dicen para arriba pero allá era abajo por el lado de la playa.


Había que ensillarlos, por lo general todos los caballos tenían problemas en las manos, había que vendarlos y como me corrían cuatro o cinco caballos por carrera, no dábamos las instrucciones y tenía que irme corriendo al partidor. Imagínese en verano, con el calor que hace en Antofagasta y no podíamos andar con short, solo con jeans, había que pasar como un pantano que era como arena movediza, teníamos que buscar a los paradores.


Por lo general yo le paraba los caballos a mi hermano Yerko Espina, no corría mucho el Kevin, solo alcanzó a correr como un año allá. Después teníamos que correr a ver la llegada y aparte recibir el caballo. Era toda una locura, el día domingo yo llegaba a la casa estresado, muerto y cocido. Para qué vamos a decir otra cosa, cocido entero entre las piernas, pero por lo general era un domingo entretenido. Tampoco voy a decir espectacular porque he escuchado mucho antofagastino decir: “El hipódromo de Antofagasta, era otra cosa, era lindo”. Es mentira, era feo, horrible, no había ni una planta, ni regaban el poco pasto que había.

Los champazos también, los niños llegaban con la cara rota cada vez que corrían, con todas las antiparras quebradas, no había ninguna nueva porque no cuidaban la cancha y los corrales para que les cuento, había que crearlos uno mismo porque se caían a pedazos, anda por ahí con Viña, pero por lo menos acá hay un poquito de material y si uno se dedica puede tener su corral un poquito más decente, pero allá no ayudaban en nada.


¿Y cómo se enteraron de que se cerraba el Club Hípico de Antofagasta?


- Fue cuando estábamos viendo una carrera. Yo tenía un caballo que se llamaba Royal Tiger que corrió harto acá en viña, ese día nos ganamos el clásico, fue el último caballo que se ganó un clásico allá y nos devolvimos a ver la carrera a la casa, como lo hicimos siempre que nos íbamos a ver la repetición, terminó la transmisión y aparece una toma de 2 caballos corriendo y unas letras en donde como que se explicaba o se daba a conocer que el hipódromos se cerraba, sin decirle a nadie, sin decirle a los empleados, a un preparador, a un dueño de caballo.


Creo que había algunos preparadores que sabían y que arrancaron antes, pero nosotros, no sabíamos nada de nada. Al otro día llegamos a los corrales y todos parados afuera mirándonos las caras porque no sabíamos que íbamos a hacer. No teníamos carreras, no se presentaba el gerente ni nadie.


Yo estuve en todas las protestas, en las que llevamos caballos al centro. Tengo hasta fotos donde salgo yo montando a los caballos, dando jugo con la bandera. Además, imagínese que la persona que nos estaba apoyando era Karen Rojo y ella está presa ahora, con eso le digo todo. Cuando se cerró el hipódromo todos nos dieron la espalda.

De Antofagasta a Viña del Mar


Tras el cierre del Club Hípico de Antofagasta el 31 de enero del 2013, la familia Espina, una de las más tradicionales del turf nortino, tomó sus maletas y unos pocos animales para empezar una nueva aventura en el Valparaíso Sporting de Viña del Mar, lugar donde residen hasta la actualidad.


¿Por qué Viña?


- Yo no elegí Viña, estaba trabajando en la minería y mi viejo se contacto con gerencia del Sporting porque ellos ya se habían contactado con nosotros, nos habían mandado un comunicado cuando tuvimos hartos caballos allá, que eran 75, casi la mitad de los que tenía el hipódromo (risas) y nos ofrecieron venirnos, nos daban un corral con casa, poco más y nos daban un departamento al lado del corral y dijimos que no, que por ahora estábamos bien allá, ganando carreras y estaba bien la cosa.


Después cerró Antofagasta, pero nosotros teníamos como 12 caballos, vendimos algunos a Arica que no nos servían mucho y teníamos unos 7 ejemplares corriendo clásicos, así que estos se vinieron para acá.


Primero me vine yo para ver cómo era el tema de la construcción y después se vino mi viejo porque yo tenía que volver los 7 días a trabajar a la minera. Mi viejo se quedó acá y se hizo una pieza en una pesebrera; un día mi viejo me llama y me dice: “Lucas, necesito que te vengas ahora porque me están robando todo, yo me estoy quedando en una pieza en Santiago y tengo una familia viviendo en el corral que es conocida por ser ratera y yo no sabía”.


La idea era que cuidaran el corral y al final nos robaron todo, nosotros trajimos 75 frenos completos porque el patrón mandaba a los caballos completos con su apero y de esos frenos me quedaron cinco, los vendieron todos, nos robaron casi todo y eran frenos de cuero. Al final, supieron que venía yo y me conocían, y todos saben que no tengo muy buen genio. En realidad tengo buen genio, pero cuando me pillan de mala no soy muy buena onda. (Juan Carlos) Pichara es un palito de fósforo al lado mío cuando estoy enojado. Cuando se enteraron de que yo llegaba desaparecieron y yo me quedé trabajando con mi viejo. Le dije que me quedaba por un mes para volver a la minera y no me fui nunca más.


¿Y cuál fue tu primera victoria en el Sporting?


¿Mía o de mi viejo? Porque yo fui empleado de mi viejo, fui su capataz, saqué esa patente y nos ganamos la primera carrera una semana antes del 18 de septiembre con uno de los siete caballos que traíamos. Esperamos 8 meses para debutar en en el Sporting, para que los animales estuvieran en condiciones. No estaban chicos, flacos ni cojos, con 8 meses de para cualquier caballo mejora.


Así que mandamos uno a correr para ver cómo andaba la cosa y era un caballito ahí no más, no era muy corredor y venía con algunos problemitas de Antofagasta. Aparte, trajimos al Kevin para que corriera en Viña. Pese a que ni conocía la pista ganó junto a Royal Thunder por más de 8 cuerpos, debut soñado.


La segunda vez que corrimos fue con los otros 6 caballos y ganamos 5 carreras y un segundo; comprobé que no había que jugar porque el único que jugué fue el que llegó segundo. Desde ese momento no jugué nunca más una carrera en mi vida.


En un mes ganamos 22 carreras con esos siete caballos que trajimos, pero lamentablemente cometimos el error que se hacía en Antofagasta, que era correr y estar siempre con el mismo, hasta que el animal ya no diera más. Acá en viña es distinto, uno corre y cuando tiene alguna lesión o algo, lo venden y se compran otro, van renovando la camada de caballos porque si no se queda con uno y no renueva se va quedando en el hoyo y se va acumulando el tema de la avena, el pasto, los insumos y eso es plata.


¿Y tú primera victoria como preparador?


Mi primera victoria como preparador me la gané con el caballo Vamos a la Fiesta con el jinete Rodolfo Fuenzalida, y no me saqué la foto porque me corría otro caballo en la próxima carrera. Por lo general, a mi no me gustan que pinchen mis animales, así que me vine al corral a pinchar una cosita y veo en el celular que había ganado el caballo y no me saque la foto, pero tengo la imagen de cuando ganó. Además, estaba con los colores de mi mamá, Stud Angélica, que ya no los puedo renovar y no sé por qué.

Has trabajado con muchos propietarios, pero es imposible no preguntarte por uno en específico: Arturo Vidal ¿Cómo lograste ganarte su confianza?


No tanto la confianza. Lo que pasas es que la pareja de mi hermana es primo de Arturo Vidal y le preguntaron a los niños si tenían algún preparador conocido en Viña, porque ellos tenían sus caballos con Sergio Inda, pero como nosotros estábamos recién empezando, cobramos un poquito menos porque todo esto es tema de plata y eran caballitos de bajo índice que no querían mandarlos al matadero. Por eso decidieron darles una segunda oportunidad con alguien que tuviera ganas de ganar, así que me preguntaron a mí y como les iba a decir que no (risas).


La primera carrera que gané con Vidal fue con la yegüita La Chiquita, me la corrió Pedro Robles y la segunda que ganamos fue con el caballo Der Champions, por más de 16 cuerpos. Ese lo corrió Kevin y es el caballo que mejor le ha ganado en la historia a Arturo Vidal.

¿Y cuál es el caballo de Vidal que más te gusta preparar o tu regalón?


Mi regalón era Halek, caballo que fue de Arturo pero se lo regaló a su hermano Sandrino, un buen amigo y muy buena persona, buen chato el peliteñido ese, porque ahora es rubio. Era muy bueno como patrón, él me preguntaba a mi cuando podíamos correr al caballo para saber cómo estaba y si estaba en condiciones. Fue un buen propietario, ganamos 10 carreras con ese caballo. Me lo trajeron en el índice 7 y llegamos a correr un clásico el día del Derby con un caballo que tenía 9 años, no nos fue muy bien, pero lo corrimos igual. Ese fue el animal que más tiempo tuve y el que más satisfacciones me dio junto con el Stud Alvidal.

¿Cómo es el día a día aquí en tus corrales?


Es tranquilo, relajado, no me gusta presionar mucho a los niños, pero tampoco les doy mucha libertad. No soy muy simpático con mis empleados, pero no soy muy desagradable. Me gusta que confíen en mí pero que tampoco se me pasen para la punta, así que trato de mantenerlos a raya. De que soy pesado, lo soy, eso no lo discute nadie. Si me agarran de malas, soy el desagradable más grande que hay en la hípica, pero cuando me agarran de buenas, soy buena onda.


¿Y cómo eliges a tu equipo?


- Casi puros antofagastinos, han sido pocos los viñamarinos con los que me ha tocado trabajar aquí porque yo tengo otra manera de trabajar, otra forma de mandar. A mi me enseñó mi viejo y es una manera que a veces los viñamarinos no me entienden, los mando a galopar de una manera que ellos no me entienden y lo hacen de otra forma. Igual algunos ya se han acostumbrado a hacerme caso. Así que yo prefiero trabajar con los que me entienden cuando les hablo en nortino.


Hablemos un poco del legado de los Espina ¿Crees que tu familia fue una de las más importantes de la hípica en Antofagasta?


- Totalmente, empezando con mi viejo que lo tengo tatuado desde los 15 años en el brazo. Era un monstruo como jinete y yo era su ayudante; le sacaba las botitas cuando era chico, lo ayudaba a vestirse, siempre estaba con él y aprendí mucho porque ese tiempo estaba Juan Plaza, Juan Olmo, Chaparro, Víctor Hidalgo, Mario Friti, Miguel Sepúlveda, todos muy buenos jinetes que no nadie los veía, porque no había Facebook. Si le preguntas a un niño ¿Quién es Mario Friti? No tiene idea o ¿viste correr a Yerko Espina? No, nunca lo vi correr.


No tenían tantas oportunidades, el Yerko a mi en Antofagasta me llegaba a dar miedo porque se podía ganar 3 carreras y en la cuarta llegaba segundo, se amurraba y se iba porque decía “oh cómo va a ganarme este, me voy, no corro más” y me dejaba 5 o 6 montas botadas, pero por suerte había harta gente que quería correr los caballitos.


El Yerko tenía el “Don” como se dice. En la paciencia es muy parecido al Kevin para correr. Tienen corazón frío; les da lo mismo venir últimos porque en los metros finales hacen correr al caballo y pasaba al primer lugar o de repente venía corriendo por muchos cuerpos adelante y uno decía se va a parar, pero nunca se paraba y no le habían pegado ni un palo al caballo.

Yerko Espina
Yerko Espina

Mi viejo remaba muy fuerte, ahora no se ve mucho ese estilo que el jinete menee fuerte, medio parecido al centroamericano, que levantan al caballo y menean, menean y pegan palo fuerte ahora no es tanto. A mi ese tema de abrir las riendas no me gusta mucho, pero al Kevin le ha resultado y si un caballo va a ganar haciendo eso que lo haga las veces que quiera.


¿Y qué significa tu familia para ti?


- Todo, todo, todo. Desde que mi viejita partió, solo tengo a mi viejo en Antofagasta. En realidad también está el Yerko, pero él viene de vez en cuando para Viña, pero lo son todo. Sin mi familia no estaría acá. Yo estoy preparando por mi viejo, sino estaría en Antofagasta trabajando en una minera, ganando 3 o 4 millones de pesos, pero no, estoy acá descansando en un conteiner, que tiene una cama, una tele y un ventilador, pero soy feliz estando acá con los caballos y respondiéndole a los patrones.


¿Y no extrañas el Club Hípico de Antofagasta?


- Para nada, nada de nada y eso lo digo aunque a veces me critican. Me dicen “Lucas como se te ocurre”. Lo que pasa que a mí no me veían mucho por allá, porque el corral de mi viejo era el cero, el primero cuando uno entraba, así que yo entraba al corral y no me metía en ninguno otro. No era amigo de nadie. Yo con mis caballos no más. Por eso siempre he sido visto como medio pesado, pero yo soy de un hola no más. Eso sí, como amigo puedo ser muy bueno, especialmente para los niños que se quieren rehabilitar, yo feliz los ayudo.


¿Y cómo los ayudas?


- Los que quieren salir de la droga o mejorar de repente la calidad de vida que tienen allá en Antofagasta me llaman y me dicen “Lucas, estoy mal, me gustaría irme para allá, porque tu dices las cosas como son, vos soy pesado, a ti te gustan que marchen como milicos”. No es tanto, pero si me gusta que sean ordenados, que no hablen de más y que trabajen porque la constancia y ser perseverantes los hace llegar lejos.


Por ejemplo, si ves al gordito que trabaja aquí conmigo, Aldo, digo gordito porque para qué vamos a decir que es flaco (risas). Recién le pagué y tiene el sueldo intacto, hace 5 o 6 meses atrás no tenía ni uno. Antes trabajaba por acá mismo, para que vamos a decir en qué corral, pero el día de pago quedaba en 0 pesos porque le debía a todos. Ahora le manda plata a la mamá, le hice que se comprara una tele, vamos a Zara a comprarnos ropa, unas buenas zapatillas, anda bien vestido. Si se quiere tomar algo que lo haga, tiene 57 años, pero mientras no estén los dueños o yo, cuando no haya gente acá se los puede tomar tranquilito. Acá tiene su piecita, tiene cable, un buen refrigerador.

Yo si quiero tener a los caballos en buen estado, los empleados tienen que estar bien; si uno está mal con el empleado, ellos van a tratar mal a los caballos. Por eso, yo trato de estar bien con ellos, para que ellos estén bien con los animales.


Yo les digo todos los días ¿Quiénes nos dan plata a nosotros? Los patrones; ¿A mí quién me da plata? El patrón; ¿Quién les da plata a ustedes? Yo; ¿Quién hace que yo gane plata? Los caballos; ¿Quién cuida a los caballos? Ustedes y si ustedes cuidan mal a los caballos ¿Quién nos va a dar plata? Nadie. En cambio, si cuidan bien a los caballos y ganan, todos tenemos plata, los patrones porque están felices nos mandan mejores ejemplares, nos pagan bien las pensiones y yo les pago mejor a ustedes, todos ganamos.


¿Qué triunfos o caballos tienes guardados en tu memoria de Antofagasta?


- Mi viejo Royal Tiger, mi regalón. Llegamos acá y me lo miraron feo, había algunos preparadores que dijeron “denle la pasada a estos caballos que son de Antofagasta que vienen todos quebrados”. Pese a eso, igual nos ganamos 20 o 22 carreras con esos “caballos quebrados”. Ese caballito es lo mejor que hay y todavía lo sigue siendo porque anda en una parcela acá saliendo de Santiago, lo regalé para no tenerlo en un espacio como el Sporting de pura alfalfa. Sé que ahora debe estar comiendo de lo extraordinario, pesaba 540, imagina como debe estar ahora, debe ser un elefante. Debe tener como 17 años en este momento.

Tengo muchos recuerdos de caballos que han sido míos, pero ninguno como Royal Tiger, llegamos acá y ganó tres carreras; después llegó segundo, volvió a ganar 3 carreras. Su primer clásico en Viña fue el Ximeno Urenda. Recuerdo que esa vez Ximeno trajo dos máquinas que tenía en Santiago y nosotros dijimos imposible que ganemos, pero nada es imposible, ganamos en la misma meta.


¿Crees que la extinción de la hípica nortina salvó en parte a la viñamarina? Porque hubo una migración gigante de profesionales desde Antofagasta…


Mmm, sí pero no, porque ¿Cuántos antofagastinos somos en este momento? Muy pocos. Está (Eduardo) Donoso que tiene el corral al lado mío, Julia Belzú que lamentablemente no ha podido sacar su patente, Juan Belzú que le fue super bien con un caballito que tuvo, pero lamentablemente estuvo un poquito enfermo, pero se está recuperando bien y se que va a salir adelante el flaco, pero nadie más. De empleados el que tengo yo acá y los Valenzuela; de jinetes el Kevin y Felipe González. Yo creo que se fueron para Conce que Viña.


Hablando un poco de Kevin Espina… Siempre te hemos visto muy orgulloso de sus logros personales ¿Qué sientes al ver que está ganando clásicos tan importantes en la hípica nacional?


Si me miran el brazo se dan cuenta del orgullo que tengo por el cabro chico, orgullo porque él no iba a ser jinete, pero tenía toda la pinta para serlo. A él le dicen “Chato”, ustedes no entienden esa palabra, pero en Antofagasta significa chico y en vez de decirle “chico Kevin”, le decían chato Kevin porque era chico.


Ahora creció un poco, está un poquito más grande, pero era muy chico. Él cuando estaba empezando a correr se sentaba al lado del Yerko a comer completo y era terrible, porque al Yerko le costaba hacer 58 kilos y venía el Kevin con la comida y corría con 48 kilos.


Aparte que le enseñamos, digo eso aunque no fui jinete, pero la escuela que nos dio mi viejo fue extraordinaria. Yo he visto pasar un millón de jinetes buenísimos, sé de Juan Rivera, abuelo de Enrique Lagunas, mi viejo cuenta que era un jinete extraordinario; Juan Plaza, que está en Estados Unidos como galopador, un pillo de primera; mí mismo viejo que para mí era como un héroe cuando todos lo saludaban; Yerko que era más pesado que yo cuando corría porque bajaba mucho de peso y el genio le cambiaba. A mi nunca me hablaba y eso que yo le llevaba los caballos al partidor, podía estar mi vieja saludándolo y él miraba para adelante, era desagradable pero hacía rendir los animales, era una máquina.


¿Y tú crees que el Kevin se hubiera ganado la triple corona nacional con Racatán?


- No sé, ojalá hubiese corrido y ganado la triple corona porque iba a quedar en la historia, así como la ganó Wolf, pero hubiese sido bonito. Yo lo vi ganar solo una vez con Racatán, pero casi me muero de un infarto. Yo creo que la próxima vez no iré y veré la carrera en la tele, porque me atacan los nervios. Me pongo a tiritar, se me va la voz y gritó tan fuerte que después no puedo hablar en una semana.


N de la R: Se confirmó el doping del ejemplar Racatán en El Ensayo, por lo que fue distanciado al último lugar de la carrera.


Una duda que muchos tienen ¿Por qué te dicen Lucas?


- Lucas es un apodo que me puso mi mamá, cuando yo era una guagua, por lo que me contaba mi viejita. Ella decía que con los pañales caminaba como el “Pato Lucas” y cuando comía -porque yo era gordo-, se me iba la comida por los lados igual que los patos y así me pusieron “Lucas” y con el tiempo quedé como Lucas.


De hecho, si preguntan por Nelson, dicen que se quedó en Antofagasta o si le preguntan al gerente del Sporting como me llamo yo, le responde que Lucas. Todos me conocen por Lucas y pocos conocían la anécdota de mi apodo, pero ahora todos lo van a saber.

¿Qué metas tienes a futuro como preparador?


- Así como puse en una historia hace poco en Facebook, como no he ganado nada me lo quiero ganar todo. Ganarme un grupo 1 sería extraordinario, ahora ganarme 2 o 3 como los gana Juan Pablo Baeza, teniendo la caballada que tiene él, extraordinario.


Por mientras no me subo tan alto, ni me creo tan estrella, si me gano mi carrerita de índice y estando bien con mis patrones estoy bien, porque igual nunca me conformo con nada. Si llego segundo me molesto y todos preguntan los motivos, yo les contesto que llegar segundo es ser el primero en perder.


¿Y qué es lo más duro que te ha tocado enfrentar como preparador?


- Aparte de matar un caballo porque una vez uno se me electrocutó en Antofagasta y tuve que sacrificarlo, creo que es estar lejos de la familia, porque allá ya no hay hipódromo. Me encantaría ganarme el Loto y traer a toda mi familia a vivir a una casa al lado del Sporting. Es un sueño y es lo que más me ha afectado.


Una cosa linda que ocurrió durante estos últimos meses es que nos juntamos los cinco hermanos después que el Kevin ganó El Ensayo, hace cuatro años que no estábamos todos juntos y salimos por Antofagasta, ciudad que está cambiada porque ahora hay unos pubs extraordinarios y lo pasamos genial, pero fueron 4 días que no se hacen nada. Disfruto a mi viejo lo más que puedo, pero no puedo ver a mi abuela o mis tíos porque no me da el tiempo.


Además, trato de disfrutar a mi otro hermano que pocos conocen que se llama Michel Espina, yo le digo cabezón, es el menos hípico de la familia y es de mi regalones. Él es capo, de hecho, yo tengo mi titulo colgado en la pared de la casa y él tiene al lado un poster que dice Ingeniero Metalmecánico y experto en mil cosas, me dejó chico. Ahora lo van a poder ver porque mandé a hacer un calendario con toda mi familia. A mi hermana tampoco le interesaba tanto la hípica, pero como está junto con un primo de Arturo Vidal, la puedo ver más o está en Santiago, pero a Michel lo veo poco. Es el que menos habla, no mete bulla, el más piola.


Como puse en mis redes sociales la familia es lo primero, lo segundo, lo tercero y lo cuarto, si el día de mañana o ahora me llama mi viejo y me dice que está enfermo, yo no lo pienso ni 5 segundos y me voy en mi auto porque mi prioridad es la familia.


¿Y en lo profesional que diferencia a Lucas Espina de sus otros colegas? ¿Cuál es tu sello personal?


- Yo creo que la simpatía podría ser (risas). Yo saludo a todos, pero no soy amigo de nadie. En la hípica tengo contados con la mitad de los dedos de la mano a los amigos, uno de ellos es Don Osman Rodríguez, Enrique Lagunas, que es amigo de todos y que otro que se me olvida en este momento, pero yo no soy de muchos amigos.


Mi carácter yo creo que me diferencia de todos mis colegas. A mi me gusta solucionar los problemas en el momento, no me gusta dejar las cosas para más tarde. No soy peleador, pero fui boxeador, cuando llegué aquí me metí a Krav Maga y en Kickboxing y la gente piensa que yo soy agresivo, pero no es así. Si tengo que reaccionar lo hago. Además, que soy un poquito grande y son 100 kilos de golpe que no van a pegar muy suavecito.


Todos me respetan y yo los respeto a ellos, a todos los trato igual. Desde el más humilde de los empleados como el mismo gerente. A mi nunca me van a escuchar decirle a un cabro que se llama Juan “oye cabeza de perro”, yo le digo “oye Juanito”, igual como ellos me dicen Lucas porque no saben que me llamo Nelson y me dicen Luquitas y mido 2 metros (risas).


Me caracteriza el temperamento, muchos dicen que soy de temperamento fuerte pero una persona que tiene mucho temperamento es más suave, el que tiene poco temperamento no se controla y yo soy poco temperamental. Soy medio chispita, prendo con agua.


¿Y si pudieras volver a nacer, elegirías esta vida de nuevo?


Sí, y sobre todas las cosas a mi mamita, yo creo que sin ella no estaría acá, ni tendría los estudios que tengo ni la formación que tengo porque ella nos dio todo, el ser respetuoso con todos, ser generoso. Y el temperamento lo saque de mi viejo, él se ríe con todo, pero si le hacen una no perdona. Los que me conocen saben como soy, si no me hacen nada soy un ángel, pero si se meten con mi familia o conmigo en mala soy el demonio más grande de la tierra.

Algo que quieras decir para ir cerrando…


- Me gustaría más que todo dar las gracias a la confianza que me han dado los dueños, algunos que no me conocían porque no aparezco en la ‘tele’ y no doy muchas entrevistas. Dicen Espina y piensan que soy mi viejo o piensan que yo estoy en Antofagasta, que estoy allá en la playa La Chimba, comiendo pescadito pero no, estoy acá y me levanto todos los días a las 5 AM. Llevo 10 años sin tomar vacaciones, solo descansé cuando falleció mi viejita y fue porque tuve que ir al velorio. Fueron 4 días que no fueron vacaciones y ahora que el Kevin ganó con Racatán, vino el miércoles siguiente a correrme los caballos y me dijo “vamos para Antofagasta”. No lo pensé dos veces y nos fuimos, un viaje largo en auto pero que valió la pena.-

Un emocionado Nelson “Lukas” Espina termina la entrevista de este mes, mostrándonos el corral donde realiza sus labores a diario. No podemos cerrar esta nota sin mencionar a uno de sus regalones: Gran Ignaciano, ejemplar que a la semana después de ser entrevistado tuvo que ser sacrificado en la pista del Valparaíso Sporting tras lesionarse en los últimos metros de competencia.


La vida da alegrías y luego te devuelve a la realidad de un golpe, pero creemos que en las buenas personas siempre te termina dando cosas buenas a tu favor. Nelson es una de ellas. Un tipo que dejó una vida que podría ser perfecta, ganando un buen sueldo, solo por ayudar a su familia en la pasión de los caballos.


Hoy mira con orgullo el fruto de su trabajo en el Sporting y celebra como un niño chico los triunfos de su hermano Kevin. Un tipo rudo pero con un corazón noble, que siempre está dispuesto a ayudar a los demás.


Ese es “Lukas”, un tipo que aún no se da cuenta que sigue siendo un perfecto ingeniero, ya que diseña, construye y mantiene un sistema de trabajo que le ha dado resultados, poniendo como pilares fundamentales su lealtad, carácter, amor por su familia y los finasangres de carreras.-


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